martes, 9 de mayo de 2017

El Mono recomienda: Mantrul 2



Salió el nuevo libro del gran Mantrul, y le escribí este prólogo:

Mantrul se descubre así: Agarrás y estás navegando por el Internet o por Facebook y de golpe te aparecen estos chistes, algunos sumamente crueles, desagradables, otros donde nos lanza al vacío del sinsentido y nos deja abandonados allí, colgados del risco, dibujados RE MAL, aparentemente con un órgano sexual, sin ningún tipo forma o regla o transportador o algo, muchos sin un remate propiamente dicho.Y decís “Pero, pero, pero, ¿qué es esto?” Y en bajo cierto estado de shock empezás a pasar de chiste en chiste, murmurando “¿Mantrul? ¿Qué es eso? ¿Es un nombre? ¿Es el nombre de una persona? ¿Un degenerado con una máscara de goma puesta? ¿Es una máquina? ¿O es un hombre haciendo chistes con una máquina, una máquina que parece medio descompuesta”.

Y seguís “clikeando” o “scrolleando” (o alguna de esas palabras en inglés provenientes del mundo digital), y en el tercer o cuarto chiste empezás a hahahahaha qué hijo de puta. Se te va la parte de que pensás que el tipo es una máquina, o un degenerado con una máscara de goma, y te empezás a reir, porque Mantrul será lo que quieras pero ES gracioso, con una risa salvaje, la risa libre del que se ríe de una barbaridad que dijo otro, así que ni siquiera tiene que sentirse responsable por la barbaridad. Es una risa un tanto cobarde, que se esconde tras las espaldas de un tercero –“¡lo dijo él, eh, no yo!”-, pero no por ello menos alegre y sincera.

Mantrul, en persona y como tantos dibujantes y humoristas gráficos, no produce una impresión en especial. Sin ofender lo digo. Parece un estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UBA (tal vez lo sea. No lo conozco tanto, y no trato con estudiante de Ciencias de la Comunicación desde hace quince años), un pibe normal, agradable, educado. Sólo a través de sus chistes nos enteramos de lo monstruoso que puede llegar a ser; sólo a través de sus chistes es un degenerado con una máscara de goma, o una máquina manejada por un hombre que se llama “Mantrul” (el hombre, o la máquina, o ambos).

Pero no se agota Mantrul en el efecto de la “barbaridad” (perdón por la palabra de tía Etelvina), el escándalo o “Incorrección Política”. No lo confundamos con un simple provocateur que de esos hay ejércitos. Hay tantos que queda menos gente a la que provocar que provocateurs. No. Mantrul tiene la personalidad suficiente (esa personalidad que no se fabrica sino que simplemente existe) como para que sus dibujos superen el simple escándalo y transmitan otra cosa, una sensación de extrañeza, de inquietud, la sensación de encontrarnos ante una criatura de laboratorio mal terminada que nos cruza en un pasillo y nos habla en un idioma raro, entre checo y guaraní, de bebés muertos y de mecánica cuántica, que por momentos parece un idiota y por otros un genio, y no sabemos cómo asirlo o definirlo. Una sensación que sólo podría describirse como “Mantrulidad”.

Por edad del autor y origen digital, la “Mantrulidad” tal vez no tendría sentido en un medio gráfico tradicional. Los chistes de Mantrul no tienen forma ni tamaño definidos, utiliza un color digno de Paint, ni hablemos del brutal estilo de dibujo. Sin embargo, en nuestra cultura aún tiene peso y prestigio esto que ud. acaba de comprar: El Libro. El Libro físico, con páginas, tapas y papel. Ignoro si a Mantrul, por su edad y origen, le importa tener El Libro (aparte ya tiene otro, así que para él ni siquiera es una novedad). Quiero decir, si vive en un nivel tal de modernidad tal que tener Libro le da lo mismo que tener Facebook o Snapchat. En cambio, el lector grande, que tiene una biblioteca y pasa horas mirando los lomos de sus libros uno al lado del otro y pensando más y mejores formas de clasificarlos, agradece tener este compolado de chistes en la mano, para seguir riéndose sincera (y cobardemente) tras las espaldas del degenerado con máscara de goma.

¡Long live the Mantrulity!

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